Es cierto que cambios como los que constituyen el ciclo vital de la pareja, la llegada de los hijos, el paso de la niñez a la adolescencia, cuando la pareja se queda sola, o los que ocurren de manera circunstancial, tales como las dificultades económicas, la enfermedad, o incluso aquellos positivos como un ascenso o un traslado, son eventos que indudablemente generan estados emocionales y del ánimo que afectan la relación.

También es una realidad que el impacto que estos sucesos producen en la vida de la pareja están relacionados con la forma como son interpretados, es decir, con la evaluación positiva o negativa que se haga de ellos.

Las estadísticas muestran que muchos conflictos en las parejas coinciden con momentos claves que implican cambios.

Algunos de ellos generan crisis que incluso llevan a las parejas a sucumbir y optar por la separación temporal o la ruptura definitiva.

Numerosos estudios muestran que el éxito en resolver los inconvenientes o problemas que los cambios acarrean, tienen igualmente que ver en gran medida con el significado que la pareja les atribuya. En este sentido, resultan manejables y posibles de superar y de convertirse en momentos de aprendizaje y crecimiento, o al contrario, constituir momentos de desestabilización y crisis que pueden ser devastadores para la relación.

Cuando las parejas interpretan los cambios como momentos de transición y no necesariamente como eventos definitivos, los enfrentan con una actitud abierta, comprensiva y flexible y no se quedan en una reacción de resistencia frente a estos, pueden desarrollar actitudes constructivas que fortalecen la relación y que hacen más fluido y enriquecedor el paso de una etapa a otra.

Los cambios son parte de la vida

Asumir el reto que implica entender y aceptar las transformaciones como una constante en las relaciones afectivas, pasa por entender en su justa medida los cambios propios de la evolución de la pareja, incluidos los biológicos de hombres y mujeres, los del estado de ánimo de cada uno de los integrantes o aquellos que tienen que ver con la expresión del afecto, el manejo del tiempo libre, la toma de decisiones, el trabajo, la comunicación o la vivencia de la sexualidad.

Una percepción realista, asumir que todos los cambios implican pérdidas y ganancias, estar abierto a nuevas interpretaciones y tener la capacidad de no quedarse enfrascados en ellos, hace la diferencia a la hora de enfrentarse a las dificultades y le permite a la pareja crecer y avanzar tanto individualmente como en la relación misma.

El reto de la flexibilidad

Entender que la historia de vida de la pareja, igual que las personas, va cambiando, no es plana. Diferenciar el impacto de las situaciones externas, ajenas a la pareja, de los conflictos internos de la relación, aceptar que muchos eventos se salen de nuestro control, de lo que esperamos o de lo que estamos acostumbrados y esto puede generar incertidumbre y causar dolor/malestar y asumir con empatía los cambios del compañero, su manera de vivir las circunstancias biológicas, psíquicas y sociales.

 

Referencia: mentemaravillosa.com

Erika
Psicóloga
Alfonso Martínez
Naturista y fitoterapéuta

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