Cada miembro de la pareja tiene un conjunto de expectativas acerca de cómo espera ser tratado y de lo que desea en general de la relación. Podemos tener expectativas específicas sobre cosas tan cotidianas como quién hace el desayuno los domingos o quién se encarga de pagar las cuentas. Pero también tenemos expectativas acerca de aspectos más trascendentales como la duración de la relación, la fidelidad, las concesiones que esperamos del otro; si queremos tener hijos y cuántos, la calidad, intensidad y frecuencia de la vida sexual, la dedicación al desarrollo profesional, el trabajo, el manejo del dinero, las relaciones con la familia política, los amigos o el uso del tiempo libre.

Las expectativas tienen un papel crucial en lo que respecta al buen funcionamiento de la pareja. El psicólogo Peter Salovey plantea que «en gran medida, nos desilusionamos o nos sentimos satisfechos con la vida en común, dependiendo de qué tanto coincide lo que está sucediendo con lo que esperamos o con lo que pensamos que debería ocurrir. Las expectativas pueden conducir a una desilusión y una frustración completa o una conexión más profunda y mayor intimidad entre los dos».

En cada etapa de la pareja se manifiestan una o varias creencias y expectativas. En la del enamoramiento, por ejemplo, se idealiza la relación y se espera que la otra persona satisfaga los anhelos de afecto, protección o seguridad. En la fase de consolidación de la pareja se activa el «pacto de convivencia», que incluye el aporte económico, la manera de distribuir las responsabilidades y los modos de expresar el afecto. Cuando nacen los hijos, las expectativas giran alrededor del trato que se les debe dar, quién asume su cuidado o cómo disciplinarlos.

Muchas de las dificultades que tienen las parejas se dan porque las expectativas de cada uno no son satisfechas. Cuando hay discrepancia entre lo que creemos que debe ser la convivencia y lo que realmente es, aparecen los conflictos. Algunas acciones contribuyen a manejar de manera más asertiva este tema en la relación de pareja.

  1. Conocer las propias expectativas

Para que las expectativas no resulten una fuente de confrontación y pelea, es importante conocer la concepción que cada uno tiene de la vida en pareja. Qué es lo que espera y considera importante en la relación. Conocer mis expectativas permite compartir y entender las del otro y de esta manera evitar conflictos en muchas áreas de la pareja. No tener conciencia de lo que espero de mi pareja lleva por un lado, a aceptar imposiciones para no provocar discrepancias o, por el contrario, a vivir en una permanente guerra de exigencias.

  1. Comunicación clara

Con mucha frecuencia, un miembro de la pareja da por sentado que su pareja debe conocer plenamente sus expectativas y no cree que sea necesario hacerlas explícitas. Muchas personas consideran ofensivo tener que pedir algo que desean, pues piensan que el otro debería conocerlo de antemano como muestra de afecto. Pero las expectativas y las creencias tienen una larga historia de formación que se ha dado, en su mayor parte, en otros espacios diferentes a los de la pareja, por lo que la otra persona no está obligada a conocerlas.

Es necesario comunicar las expectativas de manera clara y precisa en el momento oportuno, pues de lo contrario pueden aflorar en cualquier momento y por motivos que no son consecuentes con la reacción. Cuando se tiene claro lo que se desea de la relación y se le expresa objetivamente al otro, hay una mayor probabilidad de satisfacción y compromiso.

  1. Expectativas realistas

Muchas veces se espera que la pareja responda a una serie de exigencias que no son razonables, ni realistas. Por ejemplo, esperar que siempre estemos de acuerdo, suponer que la otra persona sólo puede sentirse a gusto o disfrutar a nuestro lado, o dar por sentado que sabe exactamente qué es lo que nos hace sentir felices.

Los intereses poco razonables crean dificultades porque generan sentimientos de insatisfacción y desilusión en ambos miembros de la pareja; por un lado en quien siente que no se ha cumplido lo que esperaba y en el otro, porque no puede responder a esa expectativa.

Por esta razón es muy importante hablar sobre este tema en un contexto de flexibilidad y dialogo. Porque, aunque las expectativas sean diferentes, pueden llegar a ser asumidas como una manera de enriquecerse individualmente y como pareja y convertirse en una motivación que impulsa a luchar para mejorar la relación, emprender proyectos comunes y para vivir en armonía.

 

Referencia: http://www.inteligenciafamiliar.com

 

Erika
Psicóloga
Alfonso Martínez
Naturista y fitoterapeuta

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