Los padres siempre procuran que sus hijos estén lo mejor posible, que encuentren en su hogar todo lo que necesiten y la comodidad esté a su alcance, pero en muchas ocasiones tanta comodidad puede traer problemas, en especial si es hora de que “partan del nido” y no se hace.

Una característica de esta generación de es la tendencia a quedarse en casa después de los 25 años. Usamos el término “Bon Bril” para referirnos a aquellos que establecen relaciones dependientes con sus padres y que afecta las relaciones sociales en todo nivel, son aquellos que siguen apegados a la familia en una relación de dependencia que los lleva a aplazar la edad adulta y las nuevas exigencias que suponen esta etapa de la vida.

Sin embargo, la adultez no puede medirse simplemente por el hecho de que los hijos vivan con sus padres. De hecho, muchos son independientes, tienen sus propios trabajos y en este sentido su situación no debería generar mayor preocupación.

Quedarse en casa más allá de lo esperado está asociado con muchas razones, entre las que se encuentran, por supuesto, varias de orden económico. El alto costo de vida, la incertidumbre laboral y los sueldos bajos han configurado este fenómeno como una tendencia mundial. Como referencia, una investigación realizada por Bank of America concluyó que en el mundo hay 800 millones de adultos jóvenes que dependen económicamente de sus padres, algo así como el 40 por ciento de la población mundial entre los 18 y 34 años.

Esto también se explica porque en la actualidad los adultos jóvenes quieren hacerlo todo y vivirlo todo: ahorrar, viajar, ir de fiesta y educarse en el exterior. El quedarse con sus papás les permite ahorrar y conseguir estos objetivos rápidamente, llevando un estilo de vida igual o mejor al que llevarían viviendo solos.

Pero los hijos también eligen quedarse con sus padres porque disfrutan de su compañía, apoyo y la convivencia es agradable, en algunos casos, sobre todo cuando son hijos únicos, temen dejarlos solos.

En algunas ocasiones los hijos se quedan en casa no únicamente por comodidad, sino por complicaciones familiares, inseguridades, dependencias e inestabilidad. En estos casos, los mismos padres, con actitudes dominantes y posesivas, llevan a sus hijos, voluntaria o involuntariamente, a que no sean capaces de tomar sus propias decisiones.

La vida tiene sus dificultades y los jóvenes deben aprender a sortearlas y soportarlas desde pequeños.

En la adolescencia los adultos deben abrirles caminos a sus hijos, pero nunca solucionar todos sus problemas. Esa actitud eleva sus niveles de autoestima y auto-confianza y, por lo tanto, los hará más autónomos cuando lleguen a la edad adulta. Los padres también deben manifestarles con frecuencia a los pequeños que confían en ellos y en la capacidad que tienen para enfrentar dificultades.

Por supuesto, no todo lo que le pasa a un adulto joven es responsabilidad de sus padres. Ellos tienen el deber de educarlo, pero no son los responsables últimos de su felicidad y sus logros. Finalmente, son ellos mismos quienes deciden en que momento partir.

El egocentrismo, la dependencia y la zona de confort que impide tomar decisiones son algunos síntomas del síndrome “Bon Bril”. Pero esta no es la regla para todos los casos y si quiere apoyar a su hijo para que consiga sus metas permitiéndole vivir con usted, esto no está mal siempre y cuando le dé su autonomía y libertad.

Referencia: mentemaravillosa.com

Erika
Psicóloga
Alfonso Martínez
Naturista y fitoterapéuta

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