Sobre la alimentación vegetariana.

La alimentación es tan íntima y personal que directamente solo le incumbe a cada persona todo aquello que come y lo que no; no podemos obligar a nadie a llevar un tipo de alimentación que nosotros consideremos propia, incluso los médicos damos recomendaciones y orientamos cuando se requieren cambios en los hábitos de alimentación pero de ninguna forma podemos imponer al paciente que comer y que no.

Durante 10 años fui vegetariano sin consumo de lácteos, no carnes de ningún “color” y recuerdo que el consejo que siempre di fue que prefería que mis pacientes no fueran veganos; obvio que muchos veganos criticaron esto pero yo aunque no consumía alimentos animales si recomendaba a mis pacientes que así lo deseaban consumir con precaución y medida algo de derivados animales; prefiero una buena dieta semivegetariana que una mala alimentación vegana y es que el vegetarianismo cuando es por convicción propia y decisión muy personal es una buena forma de alimentación pero requiere de algunos factores si debo ser honesto; disciplina, entendimiento, conocimiento, organización y un poco más de recursos económicos. Una dieta vegetariana que no es llevada con el cuidado necesario puede fácil derivar en enfermedad; en cambio una dieta semivegetariana se “autobalancea” de forma más fácil.

Otro factor importante del cual debo hablar es el emotivo de la alimentación, una dieta vegana representa para la mayoría la exclusión de alimentos que antes si estaban en la dieta (pocos nacen en un ambiente vegano) y su consecuente desligamiento; es decir que esos sabores como el de la carne y otros alimentos animales ya están en nuestro registro de sustancias y sabores que el cerebro reconoce y que el sistema de recompensa de este puede demandar en cualquier momento en forma de antojo, el antojo que lo vemos como algo chusco en ocasiones es una manifestación del cerebro que llega a necesitar para producir algunas sustancias a nivel de la neuro conectividad, sustancias que pueden determinar un estado anímico; es decir que un paciente con un antojo frustrado a nivel consciente parece concentrado en la idea de no requerir un alimento pero en el inconsciente hay una demanda y esto puede generar tristeza.

Una de las cosas que nunca hago es recomendar una dieta vegana a personas de la tercera edad que han vivido la vida con una dieta variada, cuando ellos entran en una dieta vegana lo que pueden generar es depresión, la simple imposición de una dieta estricta les plantea un panorama gris donde posiblemente su problema de salud ya no se va a resolver y aunado a ello el antojo constante de comer causa depresión y debo decir que la depresión mata más rápido que una coca cola. En ocasiones me llaman algunos de los pacientes con enfermedades degenerativas y que llevan tratamiento largo con alimentación sugerida para decirme “me puedo tomar una coquita de las chiquitas de vidrio” o “un pedacito de barbacoa” y no es irresponsabilidad mía pero les digo “tómese esa coquita y que pasen dos meses sin que la vuelva a tomar”, han sido ya muchos años para aprender lo que en los libros no está escrito sobre las enfermedades y en especial sobre la vida, algunos pacientes me han enseñado esto, si el paciente después de un tratamiento que ha llevado con disciplina presenta un antojo pequeño es precisamente la recompensa que el cerebro pide y si no se la damos tendremos un paciente entristecido.

Durante el tiempo que fui vegetariano debo confesar que no me agradó pertenecer a grupos de veganos o asociaciones de esas que divulgan con cierta imposición y con algo de desprecio por aquellos que comen diferente, he considerado que el fanatismo en cualquier vertiente es enfermedad, muchas veces me senté a comer con personas que comían carne incluso entré a taquerías con ellos a comer tacos de cebolla mientras les acompañé y siempre pensé “si alguien me viera aquí y no revisará mi plato pensaría que estoy comiendo carne y criticaría mi forma de alimentación” pero de tan poco que me importó que así fuera pues convencido de mi propia integridad llegué a decir una frase no agradable pero que les dejo publicada “La alimentación es como el color de ropa interior que nos ponemos cada día, muy íntimo y muy personal que incluso usarla o no es cosa que solo nosotros sabemos bien”

Mi recomendación sobre una dieta saludable es comer para alimentar, nutrir el cuerpo y nutrir el alma, comer con la conciencia de lo que hacemos y sin fanatismos; al comer hacerlo con la responsabilidad de saber que “somos lo que comemos”…a veces; he tenido pacientes que rompen todas las reglas en un sentido y otro, veganos muy enfermos y personas que han vivido con todos los vicios y al final muy sanos por más que le busquemos y si no me creen tengo un paciente muy querido que tiene 94 años y lo único que le atiendo es un problema leve circulatorio de una vena en la pierna, fumó desde los 4 años, alcohol desde los 10 y hasta los 80, todas las cocas que pudo, toda la carne, todo el desvelo y lo que se puedan imaginar en parranda y apenas estuve en su cumpleaños donde cantó y gozó lo que no imaginan.

Espero con mi artículo no haber tocado un tema sensible para alguien y solo dejar un consejo que al final es solo una posición ante la vida y con toda seguridad hay muchas más y muy diferentes.

Alfonso Martínez

Especialista en fitoterapia.