La lavanda es una planta muy utilizada como tranquilizante y aromático; popularmente se utiliza en el tratamiento de la astenia, digestiones lentas, espasmos gastrointestinales, disfunciones hepatobiliares, gastroenteritis, rinitis, faringitis, bronquitis, infecciones dérmicas, heridas, etc.

Contiene alcoholes terpénicos (linalol, geraniol y borneol) y sus esteres, entre otras muchas sustancias, responsables de sus propiedades sedantes del sistema nervioso central, hipotensoras, antiinfecciosas y bactericidas.

El aceite esencial de lavanda presenta una actividad anticongestiva nasal por su contenido en alcanfor (mucolítico) y cineol (expectorante). También se le atribuye una acción antiséptica y antiespasmódica. Su actividad antibiótica se ha demostrado frente a Escherichia coli y Staphylococcus aureus.

Tanto la flor como el aceite esencial se emplean tradicionalmente para aliviar síntomas leves de estrés mental y agotamiento, y para ayudar a dormir. También la flor de lavanda se aprueba para el tratamiento de alteraciones del humor tales como inquietud, agitación e insomnio. Además, indica su utilidad en casos de molestias abdominales funcionales.

Por lo que la lavanda resulta un remedio eficaz para calmar los nervios, ansiedad, irritabilidad, insomnio, taquicardia y migrañas. Se recomienda hacer una infusión: 1-2 cucharaditas (0,8-1,6 g aprox.) por 150 mL de agua, tres veces al día. Mientras que su aceite esencial por vía inhalatoria y tópica.

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