La verdad es que nunca hemos dejado de ser niños, reírnos frente al espejo, pelar los dientes, burlarse por dentro, tocar un timbre, hacer algo sin ser sorprendido, comer un dulce, escondernos de alguien son actitudes que nos quedaron de la niñez y no se dejen sorprender porque algunos somos tan serios y tan niños a la vez porque la naturaleza quiso ser muy generosa.
La niñez es una de las etapas más hermosas de la vida, la inocencia, la liviandad de sentimientos, el entendimiento a medias, el idealismo, la generosidad innata, la desconfianza limitada son aspectos que sobresalen de ella, crecemos y entonces hemos aprendido sobre la ingratitud, sobre la desgracia humana y nos vamos decepcionando, aprendemos a desconfiar cuando ya nos han dañado, aprendemos a desamar cuando la naturaleza era contraria y también aprendimos a dañar, algunos mucho más otros solo a defendernos pero estas «reglas» de la vida las vamos escribiendo sobre el cuaderno en blanco que era la niñez.
La niñez para muchos en mi generación fue algo muy sencillo jugar, caminar, aprender, ser corregido y aunque suena muy simple la verdad es que la libertad con la que vivíamos le daba un toque de infinidad, no estábamos atentos a la tecnología porque no había tal como para distraernos tanto del mundo, así conocimos plantas, pájaros, lagartijas y muchas «bestias» más del campo.
Una de las cosas que recuerdo muy bien son los adultos, muchos adultos me ofendieron y mucho, pero resulta que en la mente ya no están porque sus palabras duras y en alta voz no fueron suficiente para dejar una huella en mi personalidad pero a quienes nunca olvidé fue a aquellos que alguna vez tocaron mi cabeza y me dijeron «vas a ser grande Carlitos», aquel que alguna vez cuando me veía tan niño y trabajando me decía «me caes bien por trabajador» o incluso el que me regañó mientras me enseñaba albañilería (que de todas formas ni la aprendí), don Carlos que me prestó su caballo cuando tenía 10 años, don Genaro que me «apadrinó» muchas veces, Angel un tipo que todos decían que era narcotraficante pero cuando me veía siempre me llamaba para compartir un refresco y reírse no se si de mi o conmigo por todas las cosas que yo decía y así fueron muchos que fueron verdaderos adultos. El verdadero mensaje queridos seguidores es que nunca ofendamos a los niños porque nos olvidarán un día si tienen temple pero si los ayudamos, protegemos, entendemos y amamos jamás se olvidaran de nosotros, no seamos nunca ingratos con la niñez porque ellos son el futuro de verdad.
FELIZ DÍA DEL NIÑO.
Alfonso Martínez

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