El duelo (del latín dolium, dolor, aflicción) es la reacción natural ante la pérdida de una persona, objeto o evento significativo.

Incluye componentes psicológicos, físicos y sociales, con una intensidad y duración proporcionales a la dimensión y significado de la pérdida.

Etapas

  1. Primera etapa (Inicio): se caracteriza por un estado de choque más o menos intenso, hay una alteración en el afecto, con una sensibilidad anestesiada, el intelecto está paralizado y se afecta el aspecto fisiológico con irregularidades en el ritmo cardiaco, náuseas o temblor. La primera reacción es el rechazo, la incredulidad que puede llegar hasta la negación, manifestada por un comportamiento tranquilo e insensible, o por el contrario, exaltado.
  2. Etapa central: es el núcleo mismo del duelo; se distingue por un estado depresivo y es la etapa de mayor duración. Al principio, la imagen del desaparecido ocupa siempre y por completo la mente del doliente.
  3. Etapa final: es el periodo de restablecimiento. Comienza cuando el sujeto mira hacia el futuro, se interesa por nuevas cosas y es capaz de volver a sentir nuevos deseos y de expresarlos.

La pérdida de un ser amado es psicológicamente tan traumática como herirse o quemarse gravemente lo es en el plano fisiológico, y al igual que es necesario curarse en la esfera de lo fisiológico, asimismo es necesario un período de tiempo para que la persona en duelo vuelva a un estado de equilibrio similar. Por esta razón, el proceso de duelo similar al proceso de curación.

Existen distintos tipos de pérdidas, como la muerte de un hijo, un dolor que ha sido conceptualizado como uno de los más profundos y difíciles de resolver en el tiempo, debido a las fuertes reacciones emocionales que dicho suceso despierta y provoca en los progenitores. Si la pérdida es súbita e inesperada.

Tanto la pérdida de seres queridos que han sido víctimas de homicidio, suicidio o accidentes como aquella que incluye la muerte de varias personas de la misma familia implican un tipo de duelo más complejo.

Sea cual fuere la relación de la persona con el difunto, sólo puede lograrse una recuperación si aquéllos llevan a cabo el trabajo de duelo. Muchas personas intentan negarse a las emociones y sentimientos que genera la pérdida, sin embargo lo mejor es permitirse sentirlas y darse tiempo para recuperarse paulatinamente. El dolor es inherente al ser humano, por lo tanto sino podemos huir de él, podremos tomarlo como un aliado para sobrellevar la pérdida e irlo soltando poco a poco.

Darle nuevos sentidos a la vida y a la muerte permite desarrollar cambios profundos en la identidad, que llevan al fortalecimiento y enriquecimiento personal.

Existen dos signos que indican que la persona está recuperándose de una pérdida: la capacidad de recordar y de hablar de la persona amada sin llorar ni desconcertarse; y la capacidad de establecer nuevas relaciones y de aceptar los retos de la vida.

“La muerte es un hecho inevitable en nuestras vidas, y el crecimiento que de eso deviene también” (J. Bucay)

http://www.palermo.edu/cienciassociales/publicaciones/pdf/Psico3/3Psico%2009

http://www.redalyc.org/pdf/473/47316103007.pdf

Erika
Psicóloga
Alfonso Martínez
Naturista y fitoterapeuta

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